miércoles, 18 de abril de 2012

Reducida a su más mínima expresión

Reducida a su más mínima expresión, 
la joven ocultaba su dolor.

Entre risas intentaba camuflar
el llanto de su corazón, 
que no podía entender 
esa trágica historia de amor y dolor, 

Cada día que pasaba, 
él la trataba peor, 
su corazón sangraba
cada vez que él la golpeaba, 
pero luego pedía perdón, 
y prometía no volverlo a hacer.

Cada vez que ella quiso volarse, 
él le decía que sin ella no podría vivir...
y así fue que nació su primer hijo, su sol, 
y ella creyó que la paternidad, 
lo haría olvidar toda su violencia... 

Pero no fue así, el bebé, lloraba en su cuna, 
la noche que todo se sucedió, 
él vino borracho, y ella planchaba, 
él se sacó el cinto, y balbuceó a los gritos:
- ¡mala mujer! ¡si no lo haces callar, te juro que lo haré yo! -

ella vio en sus ojos, un brillo oscuro, 
tan conocido, tan aterrador...
y por primera vez, no sintió miedo:
ella se había jurado al ser madre 
- ¡a mi hijo no lo va a tocar! - 

esperó a que él se acercara, 
y mientras él levantaba su puño 
ella le plantó con toda su fuerza, 
la plancha ardiente en el pecho, 
él adolorido, aturdido y tirado en piso,
ella corrió a su mesa de luz, 
tomó su arma, cerro los ojos y disparó, 
con su bebé en brazos salió corriendo, 
no sabía a dónde iba, 
solo sabía que salía de un infierno, 
nada podía ser peor...

Han pasado los años, el juez, alegó defensa propia, 
y ahora que aquel bebé ya es padre, 
ella todavía recuerda aquella noche, 

y reducida a su más mínima expresión 
la abuela oculta su dolor,

entre risas aún intenta camuflar, 
el dolor de su corazón
que aún hoy no puedo entender,
esa trágica historia de amor y dolor.  

Araceli Posada



No hay comentarios:

Publicar un comentario