Sin conocerte, ya te extrañaba,
sin mirarte te escuchaba,
y en silencio, me mirabas…
Y fue un intento musical,
el divino celestino
de este nuestro amor,
y fue un día, no se cuando,
que explotó en un beso
la más dulce ternura,
y te reconocí en un trance real,
y me drogue con tu voz,
y te perdiste en mis ojos…
que tristemente cerrados querían ver
un universo de pequeñas cosas,
que sin darme cuenta,
en tu amor descubrí.
- Me estoy enamorando –
me dijiste, y me temblaron las rodillas.
- Te amo -
y una lágrima brotó de tus ojos,
y de mi corazón…
Le diste otro significado
al verbo amar.
No hay frio que apague tu fuego,
y yo solo soy un viento
que lo aviva aún más.
Araceli Posada – setiembre 2004
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