Tus manos tíbias, no me rozan,
tus ojos, como dos gotas de agua bendita
e inalcanzable, no buscan los míos.
Tus labios, como una rosa muda,
no pronuncian mi nombre.
¿Cúando esta actitud cambiará?
Acaso cuando caiga sobre nosotros
una fina lluvia plateada
y nuestras frentes se cubran de delicados surcos...
No, no espero que pase tanto tiempo,
antes que descubras tus sentimientos
y aprendas a demostrarlos...
No espero que pase tanto tiempo
para que las rosas den su fruto,
y se unan, la vida y el amor.
Araceli Posada - agosto 1998
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